Mérida, Yucatán – En un momento donde la transparencia, la austeridad y el cumplimiento de la ley deberían ser prioridad en la administración pública, la realidad en el Ayuntamiento de Mérida pinta un panorama muy distinto. Mariana Gaber Fernández Montilla, directora de Administración municipal, se encuentra de vacaciones recorriendo Europa junto a su esposo e hija, a tan solo seis meses de haber asumido el cargo. ¿Premio por buen desempeño o privilegios disfrazados?
La funcionaria emprendió su travesía desde el jueves pasado y ha compartido con entusiasmo su recorrido por Venecia, Roma y Florencia, Italia. Un paseo que, además de vacacional, tiene tintes deportivos, pues su esposo participará en una competencia de triatlón, llevando consigo una bicicleta valuada en más de 250 mil pesos, cuya transportación internacional requirió toda una logística nada sencilla —ni barata.
Lo que agrava la situación no es solo el derroche o la ostentación, sino el hecho de que la Ley Federal del Trabajo es clara: “Los trabajadores que tengan más de un año de servicios disfrutarán de un período anual de vacaciones” Es decir, Mariana Gaber aún no cumple con los requisitos legales para gozar de vacaciones formales, mucho menos por un periodo extendido de 15 días.
La gran pregunta es: ¿Quién autorizó este viaje? Y la respuesta señala directamente a la persona que tiene el poder de permitirlo: la jefa. Una verdadera “chulada” de jefa que, en lugar de aplicar la ley, parece premiar el compadrazgo con beneficios personales.
La gravedad del asunto aumenta al considerar el cargo que ostenta Mariana Gaber. Como directora de Administración, tiene bajo su responsabilidad la autorización de licitaciones, compras y funciones neurálgicas para el funcionamiento del Ayuntamiento. Su ausencia deja vacíos críticos en la operación administrativa y abre la puerta a decisiones que podrían estar siendo tomadas sin la supervisión adecuada.
Mientras la ciudadanía lidia con trámites lentos, servicios deficientes y exigencias de austeridad, los altos funcionarios parecen vivir en un mundo paralelo, blindado por los privilegios y la complicidad interna. La administración municipal tiene mucho que explicar: ¿Por qué se permitió este viaje? ¿Con qué recursos se costearon estos lujos? ¿Y quién está cubriendo las funciones de la directora durante su ausencia?
En tiempos donde el servicio público exige compromiso, ética y legalidad, casos como este solo fortalecen la percepción de que el poder se sigue usando para el beneficio personal y no para servir al pueblo.