La Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY) se ha convertido en un escenario preocupante de descontrol, impunidad y abandono por parte de sus autoridades. La más reciente evidencia de esta crisis se vivió cuando un estudiante fue encontrado convulsionando en la oficina de la Sociedad de Alumnos, tras haber consumido una gran cantidad de alcohol y drogas.
El incidente desató el caos. Compañeros del joven, alarmados por la gravedad de la situación, solicitaron ayuda de emergencia. Paramédicos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) acudieron de inmediato y lograron estabilizarlo. Sin embargo, este hecho no es un caso aislado, sino el reflejo de un problema sistemático e ignorado dentro de la Facultad.
Oficinas estudiantiles: centros de consumo sin control
De acuerdo con múltiples denuncias, las oficinas de la Sociedad de Alumnos y del Consejo Estudiantil han sido convertidas en espacios de consumo de alcohol y drogas. Esto ocurre con total impunidad y bajo la indiferencia de la directora de la Facultad, quien, según diversas fuentes, conoce la situación pero no ha tomado medidas para detenerla.
La comunidad estudiantil se encuentra indignada y en estado de alerta. Muchos alumnos denuncian que el ambiente en la Facultad se ha degradado gravemente y que la sensación de inseguridad es cada vez mayor. Mientras tanto, las autoridades universitarias permanecen inactivas, cómplices por omisión ante la crisis que afecta a su alumnado.
¿Dónde está la UADY?
Las preguntas son inevitables:
• ¿Por qué la Facultad de Derecho ha permitido que sus oficinas estudiantiles se conviertan en espacios de consumo de sustancias?
• ¿Por qué la directora ha optado por el silencio y la inacción?
• ¿Dónde está la UADY en medio de esta crisis?
Mientras el discurso oficial de la universidad se llena de frases sobre “formación integral” y “valores institucionales”, la realidad dentro de la Facultad de Derecho es otra: abandono, negligencia y descontrol.
Si la UADY no actúa con firmeza y transparencia, solo quedará claro lo que muchos ya sospechan: que la impunidad y el clientelismo pesan más que el bienestar y la seguridad de sus propios estudiantes.