La reciente inclusión de personajes como Pablo Gamboa Miner, Felipe Cervera Hernández y Jorge Carlos Ramírez Granados en el gabinete ampliado de Joaquín Díaz Mena levanta más de una ceja en el panorama político de Yucatán. Estos ex priístas, conocidos por sus apellidos y conexiones, más que por sus logros, ahora se suman al equipo de un gobierno que, irónicamente, se autodenomina “del pueblo”.
¿De qué méritos estamos hablando?
Cervera Hernández, mejor conocido como “Baby Police”, parecía ser un priísta fiel hasta la médula, pero ahora aparece en las filas de Morena como si los principios de su anterior partido fueran cosa del pasado. El “Pap’s” Gamboa Miner, por su parte, se ha caracterizado más por su vida de lujos que por su desempeño político, y Jorge Carlos Ramírez Granados, apodado “El Croata”, sigue la misma línea de apellidos que pesan más que las capacidades demostradas.
Esto plantea una pregunta clave: ¿Qué criterios está utilizando el gobierno de Díaz Mena para asignar cargos tan importantes? A simple vista, parece que más que premiar el trabajo y el esfuerzo, se está premiando la habilidad de estos personajes para cambiarse la camiseta a tiempo.
Una burla a los principios de Morena
Morena llegó al poder con la promesa de representar al pueblo, de alejarse de la política de élites y apellidos que ha marcado la historia de México. Sin embargo, con la inclusión de estos “juniors” en el gabinete, ese discurso parece vaciarse de contenido. ¿Qué pensarán los verdaderos militantes de Morena, aquellos que han luchado por años desde las bases, cuando ven a estos personajes ocupar puestos clave sin haber compartido nunca las verdaderas luchas del partido?
Las consecuencias de estas decisiones
La inclusión de personajes acomodaticios puede tener un costo alto para la credibilidad del gobierno de Díaz Mena. Si los ciudadanos comienzan a percibir que el “cambio” prometido no es más que una continuación de los viejos vicios de la política, la administración corre el riesgo de perder el apoyo popular con rapidez.