En el corazón de Tixkokob, Yucatán, un joven ha decidido convertir las dificultades de su pasado en una misión de esperanza para su comunidad. Con un espíritu resiliente y un profundo agradecimiento por las bendiciones que ha recibido, Bernardino Chan ha iniciado un proyecto altruista que busca apoyar a las familias más vulnerables de su municipio.
La historia de Bernardino es una de superación. Creció en condiciones de extrema pobreza, con una casa hecha de cartón y madera y con días en los que 20 pesos eran todo lo que tenía para alimentarse junto a su familia. Pero esas carencias no apagaron su fe ni su deseo de ayudar a otros. Al contrario, lo inspiraron.
“Cuando era niño, crecí con muchas carencias, pero siempre hubo personas de buen corazón que ayudaron a mi familia. Ahora es mi turno de compartir lo poquito que tengo”, expresó con emoción.
Tras vivir una dura prueba cuando su madre sufrió un grave accidente, Bernardino sintió que era el momento de cumplir una promesa hecha a Dios: ayudar a quienes más lo necesitan. Con este propósito, a partir de enero comenzará a visitar comisarías y colonias de Tixkokob para entregar 50 kilogramos de pollo cada mes a familias en situación vulnerable.
Aunque algunos de sus conocidos cuestionan su decisión, sugiriéndole que use el dinero para mejorar su calidad de vida, él tiene claro su propósito. “Algunos amigos dicen que estoy loco, que con ese dinero podría comprarme un carro, una moto o una casa. Yo creo que los tiempos de Dios son exactos. Nada he traído a este mundo y nada me llevaré”, compartió.
Su proyecto es más que una acción caritativa; es un acto de amor que busca devolver a la comunidad un poco de lo que la vida le ha enseñado: que la generosidad tiene el poder de transformar vidas.
Bernardino invita a los habitantes de Tixkokob y a quienes deseen apoyar su causa a compartir la información para que esta noble iniciativa llegue a más personas. “Lo poquito que tengo, lo comparto”, dice, con una sonrisa que refleja la esperanza y la fe que guían cada paso de su camino.
En un mundo donde muchas veces el individualismo prevalece, historias como la de Bernardino Chan nos recuerdan que el verdadero valor de lo que tenemos radica en compartirlo con quienes más lo necesitan.