Tras meses de protagonismo en redes sociales y escasa actividad institucional visible, el director de la Administración del Patrimonio de la Beneficencia Pública en Yucatán, Raúl Osorio, ha comenzado a mostrar señales de vida en su encargo público. Todo indica que el temor a ser relevado del cargo –como ocurrió con otros perfiles mediáticos como Federica Quijano– lo ha obligado a finalmente tomar acciones concretas desde su trinchera.
Conocido más por su historial como figura de la televisión y sus desplantes en redes que por su trabajo como funcionario, Osorio había pasado la mayor parte del último semestre compartiendo contenido personal, mientras su labor institucional era prácticamente invisible. Sin embargo, en los últimos días ha intensificado su presencia promoviendo apoyos médicos, posando en el Hospital General Agustín O’Horán, y publicando mensajes de aparente ayuda social.
Uno de los episodios que más llamó la atención fue su ofrecimiento para cubrir la operación de apendicitis de un comediante local conocido como “El Maleante”, quien solicitó ayuda en redes sociales. Osorio no sólo prometió pagar la cuenta, sino que aprovechó el caso para mostrarse empático y dispuesto a ayudar, en un giro que muchos consideran más táctico que genuino.
No obstante, su repentino “activismo” no ha logrado borrar del todo la imagen que arrastra desde hace tiempo: la de un personaje controversial, con historial de declaraciones ofensivas y actitudes arrogantes, tanto hacia comunicadores como hacia el público. Su desafortunado comentario tras la muerte del conductor Daniel Bisogno –en el que insinuó que prefería no ser hipócrita y simplemente irse a dormir antes que expresar condolencias– sigue fresco en la memoria digital.
A eso se suma la reciente publicación en la que utilizó una imagen del fallecido Fernando del Solar, aprovechando el homenaje que su familia le rindió esta semana en Cancún. La foto, compartida sin contexto y en tono de “recuerdo afectuoso”, fue vista por muchos como oportunismo, especialmente considerando que en su momento, cuando se le pidió una opinión sobre el deceso del presentador, Osorio reaccionó con evasivas y desdén.
Para algunos observadores del quehacer político y social, este repentino interés por la labor institucional parece tener más que ver con una estrategia de supervivencia que con un cambio de actitud. La salida de perfiles mediáticos en distintas dependencias del gobierno ha dejado claro que el capital social en redes ya no es suficiente para sostener cargos públicos sin resultados visibles.
Por ahora, Raúl Osorio parece estar haciendo esfuerzos por corregir el rumbo. Sin embargo, muchos consideran que ya es tarde para reconstruir su imagen dentro de la administración pública. Su reputación de arrogancia y falta de compromiso con la función que ostenta sigue siendo una losa pesada. “Es un funcionario que camina, pero que políticamente ya está muerto”, comentan voces críticas, que no ven en este reciente activismo más que un intento desesperado por evitar la inevitable “guillotina política”.