viernes, julio 26, 2024
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La niña del napalm, 50 años después

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Kim Phuc Phan Thi, sus quemaduras sucedieron hace 50 años, el 8 de junio de 1972, el día en que los aviones del ejército de los Estados Unidos lanzaran varias bombas de napalm contra su aldea en Vietnam del sur.

Ella estaba jugando en un templo cuando escuchó el ruido de los aviones y los gritos de los soldados para que evacuaran. Muchos combatientes del vietcong -combatientes de Vietnam del norte- se habían refugiado en su pueblo y el ataque aéreo buscaba acabar con ellos, sin importar la presencia de los civiles que vivían ahí y que nada tenían que ver con la guerra, Kim entre ellos.

Tenía apenas 9 años. El napalm quemó el 65% de su cuerpo. Su vida -que los médicos dieron por perdida- cambió para siempre. Nunca podría escapar de la foto que inmortalizó ese día y que se conoce como “la niña del napalm”. Pero Kim -sonrisa radiante y sonora como una bendecida-, llega a Varsovia a sus 59 años y dice que el dolor no importa y se para de la silla de ruedas y a partir de ahora caminará en chancletas porque le aprietan menos los pies.

“Aún recuerdo ese día. La guerra vino de golpe, fue la primera vez que llegaba a nuestra aldea. No sabíamos a dónde ir, entonces mi madre decidió que nos escondiéramos en un templo porque pensamos que al ser un lugar sagrado era un lugar seguro… Pero lamentablemente en tiempos de guerra ningún lugar es seguro.

Entonces nos escondimos en el templo por tres días. El tercer día fue el 8 de junio de 1972. Como éramos chicos, nos dejaban jugar en el patio interior, cerca del refugio antibombas. De pronto los soldados nos empezaron a gritar a los niños diciéndonos que corriéramos, teníamos que irnos de ahí.

Recuerdo que corrimos enfrente del templo, llegando a la ruta”, cuenta ahora Kim
“Vi un avión que se dirigía hacía donde yo estaba. Era tan rápido y tan ruidoso que me quedé ahí parada. Luego miré para arriba y vi al avión, y después vi cuatro bombas cayendo… Entonces escuché el ruido: ‘Bu bu boom, bu bu boom’.

De repente el fuego estaba en todos lados, me rodeaba. Mi ropa se quemó por completo con el fuego, y también mi brazo izquierdo. De inmediato usé mi mano derecha para apagarlo. Pensé: ‘Dios mío, me quemé toda y seré fea, y la gente me va a ver de una manera diferente a partir de ahora’. Estaba muy aterrorizada y no podía pensar en nada.

Gracias a Dios mis pies no se quemaron y pude salir de ahí corriendo y escapar del fuego”, recuerda.

-Escapé del fuego y vi a mis hermanos y a otros primos y a algunos soldados que estaban por ahí. Seguimos corriendo y corriendo por un tiempo.

En un momento estaba muy cansada de correr y tuve que parar, vi mucha gente en la ruta y recuerdo que lloraba mientras decía: “Muy caliente, muy caliente”.

Entonces uno de los soldados me dio un poco de agua para tomar y trató de ayudarme, puso agua por todo mi cuerpo, y en ese momento perdí la conciencia y me desmayé. No recuerdo nada más.

-¿La foto sucedió antes de eso?
-Sí, antes, no sé exactamente cuándo. Pero yo no sabía que habían sacado esa foto. Después de perder la conciencia no recuerdo nada, pero luego toda la gente que estuvo ahí me fue contando y sus historias se convirtieron en mi historia.

La persona que sacó la foto se llama Nick Ut. Es un fotógrafo vietnamita que durante toda la guerra cubrió el conflicto para AP (Associated Press). Empezó a los 17 años en Saigón y tenía 21 al momento del ataque en Trang Bang, la aldea de Kim.

La foto que hizo ese día le valió el Premio Pulitzer y quedó marcada para siempre en su carrera, pero no lo supo de inmediato. Cruzó a Kim en carretera donde estaba registrando la evacuación de la aldea. “Yo intuía que algo terrible podía pasar después del bombardeo, así que estaba atento con mi cámara. Miré a través del humo negro y vi a una niña, desnuda, que corría directamente hacia nosotros”, contó.

Levantó su cámara y lo inmortalizó: el cuerpo de Kim se descascara mientras arde sin llamas: el napalm es una químico de larguísima combustión, una nafta en gel que se te pega el cuerpo y quema y quema durante día. Nadie lo sabía, pero un milagro el salvó la vida.

Ut dejó su cámara y subió a Kim a su camioneta. La llevaron a toda velocidad al hospital local, pero no la querían recibir porque no sabían cómo tratarla. El fotógrafo les mostró la credencial de AP y les dijo que si no la atendían saldrían al día siguiente en todos los periódicos por haber rechazado a la niña.

La técnica funcionó y los médicos hicieron lo que pudieron: apenas cubrir sus heridas con vendas y rezar. Al día siguiente Kim fue trasladada al Hospital de Niños de Saigón, su familia mientras la buscaba por todas partes, su madre y sus hermanos la habían perdido en la ruta.

No supe que existía esa foto mientras estuve en el hospital, recién en mi casa mi papá me la dio. La primera vez que la vi dije: “¿Qué? ¿Por qué tomaron la foto así?”. Estaba desnuda, fea y avergonzada. Yo tenía esa pregunta: “¿Por qué mis hermanos y primos tenían ropa puesta y yo no?”. ¿Alguien entendía mi dolor? No me gustó esa foto para nada. Era vergonzante.

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