La senadora Verónica Camino Farjat, expriista y hoy integrante del Partido Verde, protagonizó un nuevo episodio de confrontación con el gobernador de Yucatán en el marco de la ceremonia del Día de la Bandera en la capital del estado. Su molestia no solo quedó en evidencia en el evento, sino que escaló a una acalorada discusión telefónica con el mandatario, en la que le exigió mayor reconocimiento en el escenario político local.
El conflicto se desató cuando Camino Farjat intentó acceder al área protocolaria del gobernador y su comitiva le negó la entrada, ademas que su silla era la mas lejana al mandatario estatal, un gesto que la senadora interpretó como una afrenta personal. Lejos de mantener la compostura, recurrió a una llamada telefónica en la que reclamó enérgicamente al mandatario, acusándolo de marginarla de las decisiones políticas del estado. Fuentes cercanas afirman que el verdadero motivo de su enojo es su ambición de ser candidata a la alcaldía de Mérida, como un trampolín para sus aspiraciones a la gubernatura en 2027.
Sin embargo, lo que la senadora parece no haber considerado es que su destino político no depende de sus exigencias. En los círculos políticos es bien sabido que su oportunismo y constantes cambios de partido han generado desconfianza, incluso dentro de la 4T. Su intento por posicionarse como la opción natural para el futuro político de Yucatán choca con la realidad: no cuenta con el respaldo suficiente.
Este episodio no solo deja en evidencia la fractura dentro de la coalición en el estado, sino también la desesperación de Camino Farjat por mantenerse vigente en la escena política. Su estrategia de presión parece haberle jugado en contra, reforzando la percepción de que su interés está más enfocado en su beneficio personal que en el bienestar de los yucatecos.