viernes, julio 26, 2024
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La vida de las monjas

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Por Sergio Grosjean

Ayer tuve la fortuna de visitar el museo de la ciudad, mismo que encontré muy bonito y con un personal muy amable. Cierto al caso, luego de no ver por años una pintura al óleo que me demoró dos años concluirla, no por la complejidad de los trazos, sino por la investigación que implicaba, tanto arqueológica, arquitectónica e histórica, me hizo acordarme de sus monumentales dimensiones y lo que ahí aconteció hasta antes ser expulsadas sus internas en 1867.

Hasta principios del siglo XIX poco se conoce acerca de lo que sucedía intramuros del Convento Concepcionista, y esta escasa información provenía o de algunos clérigos, o bien, de ciertas historias que se “cocinaban” en la ciudad de Mérida.

No fue hasta la tercera década del siglo XIX que el viajero Federico de Waldeck, tuvo la oportunidad de recorrer el interior del conjunto religioso a pesar de la absoluta prohibición a individuos del sexo masculino a excepción de ciertas personas autorizadas.

La crónica de este resulta interesante, pues es cierto que algunos datos que menciona eran de dominio público, otros sin embargo, y en tono sarcástico resultan verdaderamente sorprendentes al menos para la época en que esto aconteció.

Y esto lo comento, porque el convento era sumamente grande ya que ocupaba manzana y media, contaba con 253 espacios entre salones, piezas y habitaciones, lo cual me parece mucho si lo comparamos con el número de internas, ya que por ejemplo, en 1639 contaba con 40 religiosas; en 1662 el número se había reducido de manera insignificante a 34 profesas; un siglo más tarde llega al número más alto de su existencia: 61 internas.

Sin embargo, si para 1850 se reportaba la presencia de 27 religiosas acompañadas de 94 sirvientas, estamos hablando que las personas dedicadas al servicio triplicaban a las religiosas.

En consecuencia, si en 1762 habitaban en el convento 61 religiosas, es posible que la servidumbre haya sobrepasado el número de doscientas. Finalmente, luego de leer la crónica entenderán los números, y sin más preámbulos, les comparto la crónica de este viajero:

“Mérida es quizá el único punto en el mundo cristiano donde las monjas gozan de una libertad absoluta en el recinto del claustro, y donde sin embargo observan mejor la prohibición de comunicarse con los hombres.

Únicamente él medico penetra en el convento para asistir a las enfermas y durante toda la visita esta acompañado de puerta en puerta por viejas monjas de rostro avinagrado. Cada religiosa tiene 3 y hasta cuatro piezas, con jardín, muchas tienen criadas. Sus bienes son privados y no comunes.

La más pobre goza de un alojamiento conveniente, de una alimentación abundante y sana. Aunque cada una tenga su habitación particular, 2 religiosas pueden vivir bajo el mismo techo. Se encargan de costura para fuera, fabrican chocolates en tablilla, hacen pan, tortas y dulces y suplen con ello la insuficiencia de sus recursos pecuniarios.

Una muchacha que no tiene más de $1,000 por todo capital, se hace monja desde que perdió toda esperanza de casarse y con esta suma vive tranquilamente el resto de sus días.

Las que no poseen absolutamente nada y que son demasiado virtuosas para ganarse la vida en la prostitución, pueden hacerse admitir en el convento en calidad de domésticas y sirven a aquellas de sus compañeras que tienen recursos para alimentarlas ¿por qué todos los monasterios no ofrecen un espectáculo tan edificante?

 

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