Al escuchar un discurso de Hitler, no puedo evitar sentir una inquietante similitud con ciertos líderes contemporáneos que, como un mesías autoproclamado, emplean una retórica que socava la personalidad individual y transforma un liderazgo autoritario en una especie de victimismo manipulador.
En estos discursos, la dialéctica se convierte en un arma dualista: “Tú votaste por un cambio, y ahora es tu culpa”. Es una narrativa peligrosa que justifica el desconocimiento de los derechos de los ciudadanos bajo el pretexto de una elección democrática fallida. Esta táctica, utilizada para consolidar el poder y desviar la responsabilidad, es alarmantemente familiar y preocupante para el futuro de nuestro país.
Este tipo de comunicación es característico de personalidades patológicas que, históricamente, han allanado el camino hacia el autoritarismo y la tiranía. En un México que clama por justicia y equidad, debemos estar alertas ante aquellos que, bajo el disfraz de salvadores, buscan erosionar los cimientos mismos de nuestra democracia y nuestras libertades.
La retórica que una vez llevó a la devastación en el siglo pasado parece resurgir, exigiendo de nosotros una vigilancia constante y una reflexión profunda sobre el mañana que estamos construyendo. Debemos cuestionar y resistir las narrativas que intentan dividirnos y despojarnos de nuestros derechos fundamentales.
Ante este sombrío panorama, mi breve reflexión es una advertencia: no dejemos que los ecos del pasado ensombrezcan nuestro futuro. La responsabilidad de un mañana brillante recae en cada uno de nosotros, en nuestra capacidad de reconocer y rechazar el discurso del odio y la manipulación.
Psic. Alberto