En el seno de una prominente familia yucateca, una disputa por la herencia ha destapado una serie de oscuros secretos y traiciones que han llevado a un conflicto legal que podría prolongarse por años. La historia involucra a Carlos García, conocido como “Picolo” o “La Picola”, quien ha sido acusado de manipular el testamento de su padre Carlos García Ponce, aprovechándose de su enfermedad en los días previos a su muerte el 22 de mayo de 2024.
Carlos García, quien había perdido gran parte de su herencia debido a un fraude cometido contra su padre en la Ciudad de México en la década de los 90, orquestó un plan para recuperar lo que consideraba suyo. Con la complicidad del notario 19, el licenciado Fernando Vales Tenreirro, logró cambiar el testamento a su favor, convirtiéndose en el único heredero de la fortuna familiar. Esto ocurrió apenas días antes del fallecimiento del patriarca, cuando este ya se encontraba gravemente enfermo.
El testamento original había dejado claras las proporciones: Elba García, conocida como “La Chacha García”, recibiría el 60% de la herencia, mientras que Fernanda, viuda de Gasque, recibiría el 30%. Picolo, quien apenas había quedado con un 10%, decidió tomar el control absoluto, despojando a sus hermanas de sus legítimos derechos sobre las propiedades familiares, incluyendo valiosos terrenos en la Avenida Yucatán y una marina en Yucalpetén.
La situación se ha agravado aún más con la alianza de Picolo con ciertos socios para intentar apoderarse de la marina, dejando fuera a sus dos hermanas. Fernanda y sus hijos, los Gasque, quienes son socios en el proyecto de Cabo Norte, han iniciado un pleito jurídico contra Picolo, buscando anular el testamento fraudulento y recuperar lo que por derecho les pertenece.
Por su parte, Elba García, divorciada de Madero, también se ha visto envuelta en la disputa, y la tensión entre los hermanos ha alcanzado niveles insostenibles. Las propiedades compartidas en la playa, que solían ser un refugio familiar durante los veranos, se han convertido ahora en escenarios de constantes enfrentamientos.
Pero la ambición no termina solo con la herencia si no que hasta las pinturas del artista José Luis García Ponce que estaban en resguardo de la familia fueron sustraídas por “Picolo”.
Este caso no es el primero en Yucatán que revela cómo las herencias pueden convertirse en maldiciones, desatando conflictos familiares irreparables. La ambición y el poder han llevado a la destrucción de lazos familiares, y lo que una vez fue un patrimonio que debería haber fortalecido a la familia, ahora amenaza con destruirla por completo.
El conflicto continúa desarrollándose en los tribunales, y mientras tanto, la comunidad sigue de cerca este drama, que pone de manifiesto las luchas de poder y las traiciones que pueden surgir en torno a una herencia maldita en Yucatán.