Campeche se desangra entre la represión, la impunidad y el silencio cómplice de las autoridades. En un acto digno de una dictadura tercermundista, el gobierno estatal encabezado por Layda Sansores volvió a mostrar su rostro más autoritario: esta madrugada, el director del periódico Tribuna de Campeche, Jorge González Valdez, fue salvajemente golpeado por policías estatales, sacado a la fuerza del hospital donde era atendido por una delicada condición cardíaca, y llevado a los separos de la Fiscalía. Su “delito”: ejercer su derecho a informar y criticar. Las imágenes son contundentes. Un adulto mayor, con problemas de salud, visiblemente golpeado, humillado y ahora criminalizado por atreverse a señalar las miserias del poder.
Este atropello no es un hecho aislado, sino parte de un patrón represivo que se intensifica conforme la crisis política y social en Campeche se agrava. Mientras se persigue a periodistas y se amedrenta a la prensa libre, ayer mismo se registraron tres ejecuciones en menos de 24 horas —una en la ampliación Polvorín y dos más en la colonia Huanal de Champotón—, con el sello inequívoco del crimen organizado. ¿Dónde está la respuesta del gobierno estatal? ¿Dónde está la multimillonaria inversión del fallido “C5”, ese elefante blanco convertido en negocio para unos cuantos? La realidad es brutal: la delincuencia manda y la policía reprime. El Estado ha perdido el rumbo y quienes deberían proteger a los ciudadanos ahora se dedican a callar voces incómodas.
Es momento de romper el cerco del miedo. Campeche vive bajo un régimen de terror político, encabezado por una mandataria que ha confundido el poder con la venganza personal. Funcionarios corruptos, desempleo galopante, violencia desbordada, censura institucionalizada. ¿Hasta cuándo, campechanos, van a seguir tolerando esta tiranía disfrazada de gobierno? ¿Hasta cuándo la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, seguirá mirando hacia otro lado mientras un estado entero se hunde en la arbitrariedad y el caos? La golpiza contra Jorge González Valdez no es solo un ataque a la prensa: es un mensaje a todos los que se atreven a cuestionar. Y también es una línea que ya fue cruzada.