Un estudio llevado a cabo por la Universidad de California, Irvine, demostró que las inyecciones de botox pueden tener un impacto en la forma en que el cerebro procesa las emociones de los demás.
Los resultados indican que el botox puede alterar la retroalimentación muscular que tiene una persona cuando vemos una expresión de enojo o felicidad en el rostro de otra.
Dicha retroalimentación muscular se produce de forma inconsciente, ya que cuando vemos una expresión facial, nuestro cerebro activa los músculos de nuestra propia cara para imitar esa expresión.
La investigación se centró en un grupo de 10 mujeres entre 33 y 40 años, a las que se les inyectó botox para paralizar temporalmente el músculo responsable de fruncir el ceño. Posteriormente, se midió su actividad cerebral mientras veían imágenes de rostros emocionales. Los resultados mostraron que la actividad en el centro de procesamiento emocional del cerebro, se veía afectada después de las inyecciones de botox.
Debido a que esta investigación se centró en un grupo pequeño de mujeres, se necesitan estudios adicionales para confirmar estos resultados y evaluar si estos efectos son transitorios o duraderos