El xoloitzcuintle, uno de los símbolos más profundos de la cultura mexicana, no es solo una raza de perro. Su nombre proviene del náhuatl: Xólotl, dios del ocaso y del inframundo, y itzcuintli, perro. Según la mitología mexica, Xólotl creó al xolo a partir de un fragmento del hueso de la vida, el mismo del que nació la humanidad. Su propósito no era doméstico: guiar a las almas de los muertos a través del río del Mictlán, el lugar del descanso eterno.
En la cosmovisión ancestral, el xolo no era un compañero común: era el guardián del viaje final.
Un perro más antiguo que muchas civilizaciones
Más allá del mito, la ciencia confirma su grandeza. El xoloitzcuintle es una de las razas más antiguas de América, con registros arqueológicos de más de 3,500 años en regiones como Colima, Oaxaca y el Valle de México.
Investigadores del INAH han hallado figurillas, vasijas y entierros donde el xolo aparece acompañando a los difuntos, representando su papel espiritual.
Esto demuestra algo fundamental:
Para nuestros antiguos, el xolo era familia en vida y guardián en la muerte.
Entre genética y simbolismo: un ser único
El xoloitzcuintle posee una característica biológica singular: una mutación natural en el gen FOXI3, responsable de su falta de pelo y la ausencia parcial de dientes.
Esta condición lo hace distinto a cualquier otro perro del mundo.
Estudios publicados en el Journal of Archaeological Science señalan que su ADN es una ventana al pasado prehispánico, pues el xolo logró sobrevivir a la conquista, la depredación y el olvido, manteniendo una línea genética casi intacta.
Arte, identidad y resurgimiento moderno
En el siglo XX, el xoloitzcuintle fue rescatado como símbolo de mexicanidad por artistas como Diego Rivera y Frida Kahlo, quienes lo integraron a su vida y obra.
Su espíritu trascendió nuevamente en la película Coco (2017), donde Dante, el xolo protagonista, se transforma en alebrije y guía al personaje principal hacia el mundo de los muertos.
Una representación que, aunque animada, honra su esencia ancestral.
El xolo en el Día de Muertos: tradición que sigue viva
Cada noviembre, cuando México se cubre de cempasúchil, veladoras y altares, el xolo vuelve a aparecer: en figuras de papel picado, cerámica, murales y tatuajes.
En los altares, representa:
• Lealtad más allá de la vida
• Compañía en el último viaje
• La promesa de que nadie cruza solo la oscuridad
Para muchos jóvenes, adoptar o tatuarse un xolo es reconectar con la raíz, la memoria y lo espiritual en tiempos donde lo simbólico sigue importando.
El xolo no es pasado.
El xolo es presente.
El xolo somos nosotros recordando de dónde venimos.

