En medio del complejo entramado político que caracteriza a nuestro país, surge una situación digna de análisis y reflexión. La reciente declaración de Fernández Noroña durante una rueda de prensa ha generado revuelo y cuestionamientos sobre su coherencia política y visión para Yucatán.
El señor Fernández Noroña, en un intento por alinearse con ciertos sectores de su partido, expresó su rechazo hacia los llamados “chapulines” políticos, aquellos que cambian de partido con facilidad. Sin embargo, resulta irónico que este discurso provenga de alguien rodeado de figuras que han saltado de un partido a otro, como es el caso del candidato a gobernador, proveniente del PAN, así como otros miembros del equipo político que tienen historial en diferentes partidos, incluyendo al PRI.
Además, la sugerencia de regalar Yucatán a Morena es preocupante y desafortunada. Esta declaración no solo denota una falta de respeto hacia la identidad y el sentimiento de pertenencia de los yucatecos, sino que también refleja una visión reduccionista y mercantilista de la política. Yucatán no es una moneda de cambio ni un botín político, es una entidad con una rica historia y una fuerte convicción de participación política.
Es fundamental que los actores políticos demuestren coherencia, respeto y responsabilidad en sus declaraciones y acciones. Los yucatecos merecen representantes que trabajen por el bienestar de la entidad, respetando su autonomía y valorando su diversidad política y cultural. La politiquería y los discursos vacíos no tienen cabida en un estado que busca avanzar hacia un futuro próspero y equitativo para todos sus habitantes.