Sisal, Yucatán — Mientras el gobierno estatal y federal presumen políticas de protección ambiental, en el puerto de Sisal ocurre una catástrofe ecológica con el presunto respaldo de autoridades locales. Pescadores y pobladores de la zona han denunciado públicamente al comisario de Sisal, Joaquín Galaz, por encabezar el relleno ilegal de humedales y la destrucción de manglares dentro de la Reserva Federal de Ciénegas y Manglares de la Costa Norte de Yucatán.







Daño ecológico con maquinaria pesada y complicidad oficial
Según los testimonios, la maquinaria utilizada incluye draga hidráulica y volquetes que transportan arena extraída del canal del puerto de abrigo. Este material, lejos de depositarse en zonas seguras, es arrojado directamente sobre humedales protegidos, alterando gravemente los ecosistemas locales.
“Están matando la ciénega ante nuestros ojos, y nadie los detiene”, denunció un pescador afectado.
Los denunciantes aseguran que las actividades se realizan con impunidad y el respaldo del Ayuntamiento de Hunucmá, encabezado por la alcaldesa Cristina Pérez Bojórquez, y su encargado de zona federal.
Negocio clandestino con arena extraída del mar
La situación se agrava aún más con las acusaciones de que Joaquín Galaz estaría lucrando con los recursos naturales, vendiendo los volquetes de arena a 400 pesos cada uno a particulares. Entre los beneficiarios de esta venta ilícita están Jordy Burgos, alias El Cholo, y Alejandro Esquivel, alias Caprice, quienes presuntamente operan en complicidad con el comisario.
Exigen intervención federal y estatal
La comunidad de Sisal exige la intervención urgente de PROFEPA, SEMARNAT y la Secretaría de Desarrollo Sustentable (SDS), antes de que el daño sea irreversible. También señalan la inacción de José Alberto González Medina, jefe de PROFEPA en Yucatán, y de Jesús Arcadio Lizárraga Véliz, subdelegado de Recursos Naturales, quienes han sido omisos pese a las denuncias y evidencia fotográfica.
Manglares en riesgo: Barrera natural en peligro
Los manglares y humedales que se están destruyendo no sólo son hábitats vitales para cientos de especies, sino también barreras naturales contra tormentas y huracanes, por lo que su pérdida pone en riesgo la seguridad de las comunidades costeras.