En política, la congruencia suele ser la primera víctima del poder. Y en Yucatán, el caso de la diputada Neyda Pat Dzul es un ejemplo escandaloso de esa traición. Quien hace unos años se manifestaba furiosa contra el reemplacamiento del entonces gobernador Mauricio Vila, hoy aplaude, promueve y hasta corre a cumplir con el mismo trámite… solo que ahora su partido está en el poder.
En 2021, Neyda Pat fue captada manifestándose frente al Palacio de Gobierno. Portaba carteles, lanzaba consignas y se declaraba indignada por lo que entonces llamó “un atropello al pueblo”. Ganó notoriedad como “voz del pueblo”, aunque su furia parecía más oportunista que genuina. Hoy, esa voz ha cambiado de tono. Y de bando.
Ahora, como diputada local respaldada por Morena, el partido que prometió no mentir, no robar y no traicionar, Neyda Pat no solo calla, sino que avala el reemplacamiento con la misma naturalidad con la que antes lo condenaba. El problema no es que haya cambiado de opinión, sino que lo haga sin explicación, sin autocrítica y sin pudor. Porque esto no es evolución: es hipocresía.
Pero el doble discurso de Neyda Pat no termina ahí. Se presenta como orgullosa indígena maya, aunque —según denuncian activistas— ni siquiera domina su lengua materna. Eso sí, no pierde oportunidad de posar con trajes típicos o de hablar del “pueblo maya” cada vez que hay cámaras. Identidad étnica como accesorio político. Folklore al servicio del voto.
Hay quienes se envuelven en la bandera de los pueblos originarios solo cuando conviene. Y hay quienes, como Neyda Pat, parecen entender la política como un disfraz: se visten de “lucha social” cuando están fuera del poder y se ponen el uniforme del poder cuando llegan. Así de fácil. Así de falso.
No es lo mismo ser borracho que cantinero. Y una vez dentro de la cantina del poder, Neyda Pat brinda con gusto. Ya no hay marchas. Ya no hay pancartas. Solo hay una sonrisa cómoda, un discurso vacío y unas placas nuevas que ahora ya no le parecen ofensivas, sino necesarias.
¿Dónde quedó su indignación? ¿Dónde su promesa de representar al pueblo?
El tiempo pone a todos en su lugar. Y a la diputada Neyda Pat la ha dejado exhibida: con el discurso roto, las placas pagadas y la credibilidad por los suelos.