La reciente tragedia en Yucatán, con la pérdida de tres vidas inocentes a causa del dengue, es un sombrío recordatorio de cómo la negligencia y la corrupción pueden afectar gravemente la salud y el bienestar de la comunidad. En este lamentable episodio, dos nombres destacan: Mauricio Sauri Vivas, titular de la Secretaría de Salud de Yucatán (SSY), y el alcalde de Tizimín, Pedro Couoh Suaste.

Mientras que la proliferación de mosquitos y la amenaza del dengue se cernían sobre la región, los funcionarios de la SSY, bajo el liderazgo de Sauri Vivas, se veían envueltos en actos indignantes. En lugar de combatir la propagación de esta enfermedad mortal, algunos de ellos se dedicaban al saqueo de comercios y restaurantes, exigiendo ilegalmente pagos bajo amenaza de violencia. Priorizaron el lucro personal por encima de la salud y la seguridad de los ciudadanos que juraron proteger.

La falta de atención a tiempo al problema del dengue es una mancha indeleble en la gestión de Sauri Vivas. La prevención y la fumigación podrían haber evitado esta tragedia, pero lamentablemente, se descuidaron en favor de la codicia y la avaricia.

La pérdida de tres jóvenes vidas en Yucatán es un golpe devastador para la comunidad. Dos hombres, Mauricio Sauri Vivas y Pedro Couoh Suaste, cargarán con la carga de esta tristeza. Una muerte es una tragedia por sí misma, pero dos reflejan la incapacidad y negligencia de quienes deberían haber estado protegiendo a la población.

Es hora de que Yucatán y su gente exijan responsabilidad y transparencia en la gestión pública. La salud y el bienestar de la comunidad no deben sacrificarse en el altar de la corrupción y la incompetencia. Es esencial que se tomen medidas inmediatas para abordar esta crisis y garantizar que tragedias como esta no vuelvan a ocurrir. La vida y la salud de los yucatecos deben ser la máxima prioridad de nuestros líderes.