El panorama para Yucatán se ensombrece con la reciente confirmación de que el gobernador Joaquín Díaz Mena, conocido como “Huacho”, prepara un empréstito histórico de más de 3,500 millones de pesos con una institución Bancaria. Este movimiento no solo amenaza con endeudar a generaciones de yucatecos, sino que además pone en evidencia una estrategia de “borrón y cuenta nueva” que busca justificar la falta de recursos dejados por la administración de su predecesor, Mauricio Vila Dosal.
La narrativa de Huacho es clara: Vila dejó las arcas vacías, lo que obliga a su gobierno a buscar este gigantesco préstamo para mantener en funcionamiento la entidad. Sin embargo, ¿es esto una medida desesperada para ocultar un pacto de impunidad entre el gobierno saliente del PAN y el nuevo gobierno morenista?
El hecho de que Díaz Mena no haya iniciado ninguna investigación sobre el supuesto vacío financiero de la administración anterior levanta sospechas de una estrategia más calculada que circunstancial. ¿Dónde quedó el dinero? En lugar de exigir respuestas o iniciar auditorías que puedan dar claridad sobre el destino de los recursos, el nuevo gobernador parece inclinado a hacer lo contrario: encubrir las posibles irregularidades y forzar una deuda que condena a los ciudadanos yucatecos.
Este escenario revela lo que muchos ya sospechaban desde la campaña: un pacto de “no agresión” entre Vila y Huacho, donde la transición del poder no ha sido más que un cambio superficial de colores partidistas, sin una verdadera transformación de fondo. El PAN entregó el estado a Morena, como lo han señalado algunos de sus propios militantes, en un evidente acto de traición política.
El discurso de Díaz Mena durante su candidatura fue el de un gobierno diferente, más cercano al pueblo y alejado de las malas prácticas del pasado. Pero, con este empréstito, lo que se perfila es una herencia de deuda y una administración que, más allá de las promesas de cambio, se alinea perfectamente con los intereses de los mismos actores que criticaba. La pregunta es inevitable: ¿será Morena en Yucatán simplemente una continuación de los viejos vicios políticos?
La actuación de los diputados morenistas en el Congreso también se pone en tela de juicio. Durante el gobierno del PAN, Morena bloqueó rotundamente cualquier intento de obtener préstamos, argumentando que era un atentado contra los intereses de los yucatecos. Ahora que el escenario se ha invertido, ¿mantendrán esa postura crítica o justificarán la deuda bajo el pretexto de una mala administración panista?
La realidad es que lo que se avecina no es más que una prolongación de la corrupción, disfrazada de “nueva gestión” pero con los mismos males estructurales. Los yucatecos, quienes votaron por un cambio el pasado 2 de junio, comienzan a darse cuenta de que lo que prometía ser una transformación se perfila más como una decepción, con la misma fórmula de endeudamiento, impunidad y opacidad.
El supuesto “cambio” resultó ser más de lo mismo, y los ciudadanos de Yucatán son los que pagarán, literal y figuradamente, el costo de esta traición política.